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Uno de los posibles recorridos por ARCO 2019 invita a ver como el arte está empezando a feminizarse, a mirar hacia dentro, hacia la vida cotidiana
Comparadas con las tendencias actuales, a grandes rasgos, el arte en el siglo XX, desde el punto de vista de los estilos, era mucho más pretencioso y elitista que el que nos ofrece el momento actual, al menos, si hacemos una lectura contemporánea del arte que atañe a la vida y sus conexiones sociales en un siglo lleno de contradicciones y de ficticios antagonistas. El itinerario de Arco 2019 que aquí ofrezco recupera la dimensión de lo femenino que entra en el terreno de lo cotidiano, lo simbólico, la experiencia física, el ensayo transformándose en expresión artística.
En realidad, las nuevas formas de ver no miran tanto el desarrollo del gesto como sustancia unitaria e inherente a su propio estado circunstancial, como sus rasgos particulares que entran en contacto con la vida haciéndose, moldeándose, avanzando. La vida haciéndose significa, al fin y al cabo, la vida en construcción, en proceso; focalizada a dar a los demás, a mirar a los demás, a observarlos para integrarlos en el propio procedimiento de una acción que no acaba en sí misma.
Concretamente, mientras atravesamos un momento social en el que el yo nunca antes había tenido tanta relevancia, el tú entra tal que una actitud que considera el ponerse en el lugar que ocupa el que no tenía espacio, hasta ahora, en el terreno sacralizado del arte. De ahí que el gesto cotidiano sea tan relevante y significativo como propone Ana Jotta que rompe definitivamente con todas las fronteras que pudiera haber entre el arte y la vida, apreciablemente para presentar lo cotidiano en su estado puro, afectado por sus significados intrínsecos, desatribuidos por una política social ajena a la vida.
Entrar en el –in implica, por otra parte, subvertir el orden de una masculinización de los paradigmas relacionales del arte, a una feminización que recupera los modos del dentro. En este sentido, los trabajos que incorporo están centrados en la labor artesanal que rescata los oficios relegados a las mujeres. Coser, bordar, hilar o tejer con el fin de integrar; lo que implica que la autoría se reinventa o se diluye porque es difícil aventurar quién es la mano que labora, que fabrica, que confecciona.
También se trata de aprovechar, reunir, remendar. Opera de este modo la artista Francisca Aninat que busca una transformación del material para conocerlo y darlo a conocer de otra forma. E incluso hay una clara intención de no evitar la ornamentación, la belleza de la acción que surge variando y transformando. Es el caso de la propuesta de Cinthia Marcelle que integra una exploración escultural del material interaccionando con el espacio, para recorrer sus particularidades y rasgos. O la poética de la naturaleza agreste en simbiosis con la naturaleza humana. Así ocurre en la serie Leer el Paisaje de Ana Teresa Barboza o en Les saisons de mon coeur de Joël Andrianomeariso.
Dar cobijo, abrigo, nutrir, cuidar. Es esencial. Reconfigurar el orden preestablecido del arte y afrontar su feminización, relacionada con la transformación social. Engendrando sociedades que dialogan y cooperan, a pesar de sus diferencias. De esta manera lo apreciamos en Teresa Lanceta o en Carlos Noronha Feio. Un modelo que configura mapas de afectos con otras comunidades que perviven arraigadas a modos de vida en extinción, en sociedades cada vez más capitalizadas, que han dejado de dar valor a lo que realmente lo tiene: el gesto cotidiano y el disfrute de la acción realizada por uno mismo, para los demás.