El Blues de Beale Street | Antídoto contra la melancolía 

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Rosana G. Alonso

Alma mater de SFF. Librepensadora observando las dinámicas sociales y culturales desde una perspectiva feminista que se abre a lxs otrxs

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En su tercer largometraje, Barry Jenkins homenajea a su escritor predilecto, James Baldwin, en ‘El Blues de Beale Street’, una cinta que guarda los modos de Medicina para la melancolía

Es evidente que Barry Jenkins para su tercer largometraje, El Blues de Beale Street, ha escarbado en los tiempos y los modos de Medicina para la melancolía, buscando un punto y aparte con Moonlight. En la adaptación de la novela If Beale Street Could Talk de James Baldwin, el cineasta afroamericano se deleita en una atmósfera que por momentos, como en el inicio, es quizás excesivamente cándida, pero al mismo tiempo, cautivadoramente poética. Poco después sabemos que pretende afianzar el contraste entre el sentimiento puro del amor desinteresado, y la fatalidad de tropezarte con la persona equivocada que puede destrozarte la vida para siempre.

Con esta adaptación de una de las novelas del prolífico Baldwin, figura clave en la lucha por los derechos civiles de los afroamericanos, como hemos podido cerciorar más detenidamente en I am not your negro, que recompone la última obra sin terminar del literato y activista, en realidad Barry Jenkins se posiciona como la voz contemporánea imprescindible de la comunidad negra estadounidense. En su ayer, su hoy y su futuro. Los tres largometrajes que lleva en su haber han analizado los tres tiempos. Jenkins busca respuestas, ahonda en los sentimientos de su comunidad, no se queda en la superficie sino que va un paso por delante desafiando al espectador a encontrar una respuesta, para que entre todos analicemos los procedimientos injustos que se asientan en las administraciones. Aquí es clave. Y se convierte en el enunciado vital de El Blues de Beale Street. Las poderosas relaciones que construye, los intensos lazos que vemos en pantalla y que precisan de un tono impetuoso, son el pilar que mantiene vivo el relato, poniendo de pie a sus protagonistas en un abrazo fraternal que ensalza lo familiar, el clan, sustento capital para seguir manteniendo la esperanza. Un coro de actores y actrices dibujan este lienzo, traspasando la pantalla con interpretaciones que no descansan, y en donde destacan las figuras femeninas de Kiki Layne y especialmente, el arrojo de Regina King.

El Blues de Beale Street es un viaje que no solo nos obliga a mirar de frente el racismo, sino también al sistema judicial estadounidense. Próximamente también se estrena otro interesante ejercicio, White Boy Rick de Yann Demange, para reflexionar sobre este sistema que apaga sin compasión vidas que todavía no han empezado a vivir. Aunque la narración es muy diferente, con esta cinta comparte un sistema de valores que ponen encima de la mesa cuestiones sobre las que es necesario hablar con calma, ya que los modos se repiten en la actualidad como hemos podido cerciorar con el juicio a Pablo Ibar, el español condenado a muerte en 1994 cuando contaba tan solo 22 años de edad, y que sigue en prisión después de ser declarado culpable de todos los cargos, en fechas recientes, sin ninguna prueba fehaciente. Aunque la historia de El Blues de Beale Street es más parecida a la de Rafael Ricardi, ello no impide que los numerosos casos de injusticias judiciales en los EEUU sirvan para preguntarnos cómo es es posible que un Estado tan desarrollado, ni tan siquiera reconozca las lacras demoledoras de su sistema.
 

Tráiler de El blues de Beale Street | StyleFeelFree Youtube