Tres caras | La mujer en el cine iraní 

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Rosana G. Alonso

Alma mater de SFF. Librepensadora observando las dinámicas sociales y culturales desde una perspectiva feminista que se abre a lxs otrxs

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Separada de toda la filmografía de Jafar Panahi ‘Tres Caras’ posiblemente no tenga mucho interés para el espectador, es en el conjunto de su carrera donde se sitúa como una película excepcional sobre la imposibilidad de ejercer la libertad en Irán

Sería parcial con Tres caras de Jafar Panahi si no encajase esta película en el resto de su filmografía. Llegados a este punto de su carrera, es imposible no entender su trayectoria como una película viva que conecta con sus ideales fílmicos, su posición política, su compromiso social y de manera muy determinante, su especial sensibilidad para enfocar unos personajes femeninos que discrepan con el lugar, con el rol que desde fuera, les obligan a ocupar por un lado, y a practicar, por otro.

También sería parcial si no fuese capaz de descifrar lo metafórico que siempre habita en las películas del iraní o si no entendiese los guiños que en sus últimos proyectos conectan con todo su trabajo compendiándolo. Igualmente sería parcial si no conociese todas las limitaciones que ha sufrido este hombre para hacer cine desde que se le inhabilitara para ejercer su profesión, y cómo las ha burlado con un ingenio que convierte su obra en proyecto artístico. Deslumbrante la perspicacia e inventiva de Esto no es una película y Taxi Teherán. Un alto en el camino que educa la mirada, la suya propia y la del que mira. Un alto en el camino que le obliga como realizador a improvisar, convirtiendo esta espontaneidad en una forma de decir que llegados a un estado de intromisión política tal, su vida es su proyecto artístico.

Siendo imparcial e incluso tratando de que no interfiera en mi valoración de Tres caras la simpatía que me genera este director, diría que no es este el filme que más me apetecía ver, que prefería que recuperase la fuerza argumentativa de El globo blanco o cambiando de paradigma, el ímpetu de su siguiente largometraje, El espejo, con tan inesperado viraje de la acción que cuestiona lo que vemos y que es un alegato excepcional a la libertad de la mujer.

Tras visionar Tres caras y teniendo en cuenta la grata sorpresa que resultaron sus últimos proyectos que distan mucho de los primeros, me quedo con la sensación de que Jafar Panahi sigue sin poder hacer el cine que quiere y que los esfuerzos por seguir adelante con tantas limitaciones empiezan a pasarle factura. Aún así sus formas de eludir todos los impedimentos y conseguir trabajar con tan pocos recursos consiguiendo tomas estilísticamente tan cuidadas, son admirables. En realidad Tres caras, como parte de una trayectoria que engloba una vida, un lugar y un compromiso político, en primer lugar, para con el propio cine, es otra de sus no-películas excepcionales, alegato a una no-argumentación implícita a un medio que le es natural. Y siempre rindiéndole cuentas a lo que tendría que ser de otra forma. Tres caras, tres mujeres, tres generaciones que hablan de un oficio, el de actriz, que le sirve nuevamente de metáfora sobre lo que se puede y no se puede hacer en un Irán que se siente en lo territorial, y de lo territorial, a lo personal. Sobremanera, en esta cinta por parajes tortuosos que no esquivan temas cruciales que afectan a la evolución del cine y de la mujer en una industria que quiere ser libre para contar historias.
 

Tráiler de Tres caras | StyleFeelFree Youtube