Girl | Los modos de representación 

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Rosana G. Alonso

Alma mater de SFF. Librepensadora observando las dinámicas sociales y culturales desde una perspectiva feminista que se abre a lxs otrxs

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Lukas Dhont debuta con ‘Girl’, una película de claro compromiso social que aboga por la libertad de género independientemente del sexo biológico, un tema central que inevitablemente deriva hacia la representación del cuerpo

Últimamente tenemos la posibilidad de ver en pantalla películas interpretadas por actores no profesionales, que se adecúan como un guante al personaje que representan. Recientemente lo veíamos en Carmen y Lola de Arantxa Echevarría y The Rider de Chloé Zhao. En ambas películas, como ahora ocurre con Girl, de Lukas Dhont, sus personajes protagonistas son impactantemente creíbles porque la interpretación es espontánea cuando alguien exterioriza su propia esencia, sin necesidad de emular nada artificial, sino identificándose con algo que le es familiar en algún sentido y que puede defender con naturalidad. Coincide que todos los realizadores que están tomando esta decisión son noveles en la dirección de sus propios largometrajes o llevan muy poco tiempo dirigiendo. Y coincide también que las historias que llevan a la pantalla son basadas en historias reales que los creadores del relato conocieron de primera mano o a través de la prensa.

¿Se puede hablar de una nueva mirada cinematográfica que se acerca con más atino a la realidad? Ciertamente hay un compromiso social con el entorno en la toma de decisiones. Y el escrutinio, el análisis, es puramente documental. Ello no impide que los modos estéticos tengan la suficiente notoriedad para que esa realidad tenga el prisma que tiene que tener la ficción para levantar conciencias. Hay un trasfondo dramático, claramente estético, que busca escenas claves, determinantes y premeditadas que solo pueden ser engarzadas con autoridad en lo ficcional que adopta una caligrafía de mediación.

Esto es muy notable en Girl. El guion está salpicado de anécdotas cruciales que pretenden esclarecer el tremendo desenlace final. El ritmo es sensacional cuando todo está decidido para participar en un final gestual que desentraña una decisión que llama a cuestionarse la identidad. Estamos en un presente en el que es importante tomar conciencia de la identidad sin barreras físicas. Y esta película es concluyente en ese aspecto, aunque también es muy relevante en otros: las crisis de la pubertad, el sacrificio de la danza muy emparentada con el propio cuerpo y asociada a una idea de lo femenino, o incluso o los nuevos modelos familiares.

Llegará un momento, espero, en el que no exista la necesidad de expresar una condición sexual a través de un cuerpo escenificado que tiene que responder a demandas sociales. Llegará el día, espero, en el que no tengamos que ponernos etiquetas encima en base a unos patrones binarios estipulados. Mientras tanto, Girl, en el hoy, es una película de inapelable trascendencia para visibilizar ese estadio intermedio en el que están los cuerpos, forzados por lo social, a la necesidad de representarse, mientras las políticas en los espacios públicos no cambien, lo cual haría cambiar los modelos sociales, hacia otros que precisen menos máscaras, o al menos, menos artilugios que apelen a una identidad reglada. De hecho, es curioso que algunas de las escenas más cardinales tengan lugar en vestuarios, o se mencionen, como lugares frontera que delimitan el género en base a un modelo anclado a un sexo biológico, masculino o femenino.

En cierta forma, esta cinta, también da lugar a muchos debates derivados de su tema central, de justo criterio, que hace visible la necesaria apertura hacia la libertad de decidir con qué género nos sentimos más representados. Además, se expande hacia los modos de representación de ese cuerpo y sus limitaciones en modelos sociales que tienden a verlo todo en blanco y negro.
 

Tráiler de Girl | StyleFeelFree Youtube