En tránsito | Esbozo de una realidad distópica 

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Rosana G. Alonso

Alma mater de SFF. Librepensadora observando las dinámicas sociales y culturales desde una perspectiva feminista que se abre a lxs otrxs

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Como idea, ‘En tránsito’, del alemán Christian Petzold, es interesante, lástima que no acabe de concretarse

Como en El tiempo del lobo (2004) de Haneke, en la película En tránsito de Christian Petzold, adaptación abierta de la novela epónima de Anna Seghers, hay una atmósfera perturbada por un orden del día trastornado. La diferencia es que en la película de Michael Haneke, la realidad distópica que observa el espectador es producto de algo que presencia irreal, como una pesadilla. En la de Petzold, en cambio, la alarma parte de los acontecimientos que tuvieron lugar durante la II Guerra Mundial en Francia. Si lo meramente ficcional y lo real están tan emparentados porque la psique se hace eco de los signos que reconoce, entonces, el presente y el pasado pueden estar igualmente conectados. ¿Qué diferencia hay entre las avalanchas de refugiados de hoy y las de ayer? Igualmente atrapados, en lugares en tránsito.

El realizador alemán que esta semana acaba de inaugurar con En tránsito el XX Festival de Cine Alemán de Madrid manifiesta estas conexiones entre presente y pasado. Lo que ha hecho con su último proyecto es trasladar el pasado — la trama de la novela transcurre en los años cuarenta — al presente. Ello se percibe en los decorados, las localizaciones y el vestuario, elementos que en lugar de narrar lo que fue o lo que es, permanecen anclados a un tiempo inmóvil, que no avanza. Como idea este planteamiento, aunque no especialmente novedoso, resulta interesante. Ser fiel a la novela de Seghers y ambientar el filme En tránsito en una Marsella lejana, en blanco y negro, con una representación que se alejaría del presente, tenía muchos riesgos. El mayor, el de no dejar ver, precisamente, las simetrías entre dos tiempos separados por más de siete décadas. No obstante, esquivándose este obstáculo, aparecen otros. La narrativa, por ejemplo, aquí resulta un esbozo de lo que podría ser, porque lo icónico termina por devorar un relato fracturado en su desenvolvimiento y pronunciamiento. Y como consecuencia de esta iconicidad irresuelta, las interpretaciones funcionan aisladas, pero no en su necesaria interrelación.

Con este proceder, la historia de amor central, nebulosa, no se percibe, si bien el casting de actores había encontrado a la pareja perfecta con la que proyectar una gran historia romántica, que bien podría haber sido metáfora de todas las crisis contemporáneas. Franz Rogowski, al que pudimos ver en Victoria, en esta ocasión con un perfil que recuerda a Vincent Gallo en gran parte de su filmografía, taciturno y esquivo, es muy apropiado para el papel protagonista. Sin embargo se queda solo. A pesar de que con Paula Beer, que destacó en su último proyecto cinematográfico, Frantz de François Ozon, participe en alguna foto fija de interés estético, no acaba de encontrar un punto de encuentro con el resto del reparto. De hecho, a su lado, su compañera femenina, por exigencias de un guion que era preciso reestructurar, se convierte en musa intangible, proyección masculina de una realidad con la que no acabo de conectar del todo. Lástima que en la progresión se frustre una idea tan interesante en el esbozo, que queda huérfana en su desarrollo. Con todo, la atmósfera está bien conseguida y entre líneas, hay varias sugestivas lecturas: el amor como imposibilidad, el azar, la construcción de la identidad, las señales o signos que transforman al individuo, el sentimiento de lealtad y el peso de unos acontecimientos políticos que se escapan de la lógica.
 

Tráiler de En tránsito | StyleFeelFree Youtube