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El Círculo de Bellas Artes estudia la idea de conflicto implícita en los conceptos de Revolución, Rebelión, Resistencia y Rebeldía en una exposición que conmemora los cien años de la Revolución Rusa y los cincuenta de Mayo del 68
Vista de la exposición El Gran Río. Resistencia, Rebeldía, Rebelión, Revolución en el CBA | Foto: © StyleFeelFree
Se ha esgrimido tantas veces el buen nombre del ejemplar movimiento 15-M, sucesor de la Primavera Árabe y adalid de las nuevas políticas que preveían una ansiada renovación que a juzgar por sus resultados en las últimas elecciones generales, cuando más clamor popular había por un cambio de modelo político, o no pueden ser, o no acaban de ser, aparentemente porque sus argumentos no resuenan tan convincentes como su voluntad de metamorfosis en un continente inabarcable, que a día de hoy la idea de revolución se ha ido debilitando considerablemente, aunque hay conatos de cambiar el orden de las cosas en una coyuntura no especialmente favorable o facilitadora. Aún a riesgo de resultar extemporánea e incluso previendo que pudiera ser considerada así, el Círculo de Bellas Artes de Madrid dedica una pequeña y sugestiva exposición-mural, El Gran Río. Resistencia, Rebeldía, Rebelión, Revolución, para conmemorar los cien años de la Revolución Rusa (1917) y los cincuenta de Mayo del 68, concluyendo este itinerario con una elocuente película documental que busca acercarse a la percepción de conflicto desde multitud de ángulos, apuntando más a la propia vida manifestándose en un acto festivo-lírico que a la noción de desorden o alteración. Para ello se ilustra el recorrido con un gran número de citas que recogen el pensamiento de autores que han abordado el tema de la emancipación de los hombres y mujeres como Leonardo da Vinci, Rousseau, Esquilo, Tomás Moro, Simone de Beauvoir, Cervantes o Platón, entre otros muchos. Comprendemos o intuimos entonces que el concepto de revolución está implícito a la misma historia ejecutada por unos protagonistas que no eluden su propia condición humana que remite a un cuerpo que cuestiona, que necesita hacerse oír, que interpela, que quiere abarcar las eternas ideas de libertad y justicia, tan inabarcables como el criterio fundacional que se articula en esta muestra. De ahí que se recurra a la metáfora del gran río, “ese que tal vez pueda servirnos a manera de clave metafórica para (casi) toda condición”, como expresan Juan Barja —director del CBA— y Patxi Lanceros en el expresivo catálogo que dilucida este mapa de conocimientos que se cruzan.
Un río que es itinerario o bien, según considera Lucía Jalón Oyarzun, co-comisaria de la exposición junto a David Sánchez Usanos, una “pared que se hace narradora y convoca ante sí un espacio de escucha, forma de un afecto común capaz de dar lugar al acontecimiento”. Acontecimiento que, no obstante, muchas veces es reprimido si atendemos a las últimas demostraciones de censura visible que hemos tenido ocasión de presenciar en el Estado español en las últimas semanas. En este sentido El Gran Río. Resistencia, Rebeldía, Rebelión, Revolución es una muestra que pudiendo ser intempestiva por recobrar asuntos en los que se ha incidido mucho en los últimos años convirtiéndose en eslogan promocional, es en cambio ineludible para volver a discutir, por ejemplo, dónde acaba la revuelta y comienza la revolución o viceversa, cuáles son sus significados, hasta dónde se puede hacer en un Estado de derecho, hacia dónde podemos llegar resistiendo o rebelándonos a lo canónico, o cómo se pueden burlar todas las restricciones impuestas por la conocida como Ley mordaza cambiando el sentido de revolución que tiende a ser colectiva, efímera y reglada por unas siglas, por el de revolución individual para lo colectivo, que es modo de vida y por lo tanto perdurable en el tiempo, si aplicamos los grandes ideales a las decisiones habituales más corrientes. Comenzando por ser cooperativos, meditando sobre el consumo, la autogestión, la autosuficiencia, la empatía con el otro que lleva a la solidaridad, la compasión que interactúa con el dolor, la ausencia e incluso la felicidad ajena como si fuera propia, o la reflexión crítica sobre los temas del día modulados por figuras de poder que tienden a simplificar la realidad evitando lo que Oyarzun denomina una “épica menor capaz de escapar de las formas de un tiempo cotidiano gobernado por el poder hasta su último instante”.
La Revolución: instrucciones de uso
«No es posible madurar para la libertad si uno no está ya antes liberado (es preciso ser libre para poder servirse con provecho, en libertad, de las propias fuerzas)». I. Kant, La religión en los límites de la mera razón.
Cita extraída del catálogo de El Gran Río. Resistencia, Rebeldía, Rebelión, Revolución
Es probable que como sostiene David Sánchez Usanos, “la revolución nunca termina de estar a la altura de lo que se espera de ella y en demasiadas ocasiones desemboca en dictaduras, en regímenes autoritarios o en un orden equivalente a aquel al que en un principio se oponía”. A pesar de ello, es una idea tan poderosa e intrínseca a la vida clamando a la acción por la justicia, siendo al mismo tiempo el hilo conductor de la historia y su evolución, que todavía sigo sin poder comprender no tanto que haya signos de censura y represión [siempre inevitablemente operando, de forma obvia o no, porque los poderes tienden a confabular la historia], sino que no haya consenso para derribarlos, reuniendo lo individual común que une. En circunstancias como los actuales en el que las manifestaciones de censura empiezan a ser demasiado obvias en algunos casos, percibo como no pocos creadores en lugar de buscar la forma de superar esas advertencias que marcan el camino recto a seguir en su escalada a cierta notoriedad, adoptan un tono de autocensura al no querer salir de un discurso de confort reglado, de una zona protegida en donde su creación permanece en salvaguardia con una dosis de yoísmo condescendiente. Lo cual confirma como la realidad está encerrada en unos límites marcados por los paternalismos sociales y sus consortes que convierten el arte en tautología para un sí-mismo que solo se vale del procomún cuando amplifica la dimensión del yo. Ello me lleva a recordar las quejas de Howardena Pindell en su vídeo performático de denuncia Free, White and 21, en el que examinaba la ceguera hipócrita de las feministas blancas a la opresión racial, por lo que aunque la artista afroamericana se consideraba feminista, se sentía excluida del movimiento. Eso, por no enumerar los casos de discriminación a los que me he tenido que enfrentar personalmente en mi trabajo como periodista, a través de este mismo medio.
Como ejemplo ilustrativo más acreditado y visible, solo tenemos que volver a recordar que en la pasada edición de la Feria de Arte Arco la pieza Presos políticos en la España contemporánea de Santiago Sierra fue expulsada de la misma. No para volver a quejarnos de censura sino para reflexionar como se acogió dicha, cambiando los términos, invitación a abandonar la sala. Y aquí mi deducción. Independientemente de lo cuestionable que pudiese ser o parecer la obra de Sierra, ¿dónde estaban los artistas solidarios, dados a interpretar y posicionarse frente a la injusticia del veto, aunque tan solo fuese en un gesto significativo que proclamase ese No nos moverán de Joan Baez? Puedo entender que las galerías, inmersas en una lógica de mercado, no estuviesen interesadas en pronunciarse al respecto, pero no logro encajar el silencio sepulcral de los intérpretes de la historia y sus circunstancias al autocensurarse, por mucho que el poder fáctico y al mismo tiempo invisible, quisiera hacer, como en la Alemania nazi —aunque pueda resultar un poco excesiva la comparación—, de juez supremo que dictamina lo que es arte aceptable y arte degenerado. Aquel día, en Arco, el ARTE en mayúsculas finalmente murió y al mismo tiempo, volvió a nacer. Por un lado, había perdido su sentido de reordenar el mundo y las cosas confrontándose pacíficamente con ese mismo mundo. ¿Una pipa es una pipa o es solo una representación si está pintada? ¿Un urinario sigue siéndolo si lo colocamos en un Museo?… Pero al mismo tiempo, en un acto de la propia vida ordenándose, esta restricción impuesta y luego adoptada, a la que se sumó el silencio de los artistas y el acatamiento de los responsables de que esto se permitiese, convirtió el escenario en una performance que sí llegaba a explicar el mundo paradójico en el que vivimos, con sus razones políticas y mercantilísticas. Quizás en eso consista entonces la Revolución. Pero para averiguarlo tenemos que seguir reflexionando sobres sus usos y modos. Porque en realidad, ¿qué es hacer la R(r)evolución? Tal vez consista únicamente no en vivir simplemente, sino en hacer la vida desde la individualización consciente de un cometido social que trata de darle sentido a la existencia. Un saber hacer tácito que engloba las 4R a que aboga El Gran Río. Resistencia, Rebeldía, Rebelión, Revolución. Quién sabe, puede que únicamente, como anuncia el título de esta muestra, sea suficiente con ser río. Y entonces fluir, adaptándose a las circunstancias, sin dejar de ser, por mucho que el viento arrecie.
Título: El Gran Río. Resistencia, Rebeldía, Rebelión, Revolución
Artista: varios
Comisariado: Lucía Jalón Oyarzun y David Sánchez Usanos
Película documental El Gran Río (DVD que acompaña al catálogo): Juan Barja, Elisa Celda, Rafael Celda, Lucía Jalón, David Sánchez Usanos, Óscar Vincentelli. Con la colaboración de Carlos Casas, Miguel Copón, Ana Fernando, Miguel Galanda y Marisa Pons.
Lugar: Círculo de Bellas Artes. Sala Minerva
Fechas: hasta el 6 de mayo del 2018
Horarios: de martes a domingos de 11h a 14h y de 17h a 21h
Actividades: programa de conferencias y ciclo de cine. Consultar en el CBA