El insulto | Bajo la superficie del conflicto 

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Rosana G. Alonso

Alma mater de SFF. Librepensadora observando las dinámicas sociales y culturales desde una perspectiva feminista que se abre a lxs otrxs

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En ‘El insulto’ Ziad Doueiri vuelve a demostrar que está en su mejor momento, volviendo sobre la pista que trazó en su anterior trabajo, la espléndida ‘El atentado’

Cómo ha evolucionado Ziad Doueiri desde Lila dice (2004), su segundo largometraje, es impresionante. Recuerdo que esta película tuve ocasión de verla en el Festival de Cine de Gijón de 2004 y me llevé cierta decepción de que ganase a mejor guión —además de a mejor actor y el premio del jurado joven—, porque el libro en el que se inspiraba, que había leído con anterioridad al proyecto cinematofráfico, me resultó un emocionante descubrimiento que devoré de un tirón enganchada a su prosa directa, inocente y salvaje. Quizás porque tenía bastante reciente el impacto de la novela, el filme me pareció un pastiche, también por ver el guion modificarse, para su perjuicio, en el desenlace final, hasta convertirlo en una postal blindada al fluir emocional.

Cuando ahora con motivo de El insulto volví sobre la pista de Ziad Doueiri reconocí, en cambio, a un autor prominente en El atentado, en el que establece un análisis lúcido y muy impactante de las verdades políticas personales. Desde Lila dice, que volví a retomar aceptando mejor sus decisiones y comprendiendo la complejidad de llevar a la pantalla la novela homónima, había pasado no obstante casi una década que al director libanés le sentó espléndidamente para reanudar su trayectoria cinematográfica. Ahora con El insulto sigue la línea de su anterior película situándonos en un paisaje político de confrontaciones aparentemente insignificantes, pero que esconden mucha emotividad bajo la superficie.

El insulto nos muestra a un realizador en su mejor momento. Doueiri como en El atentado, se acerca poco a poco a la psicología de sus personajes, descubriéndonos, a través de ellos, una panorámica de la desquiciante actualidad política, indescifrable si no es por medio de lo humano. En este sentido, sin desmerecer el trabajo formal que hay detrás, El insulto es un retrato espléndido de la actualidad que se expande de lo local a lo universal en un drama judicial intenso, vívido y lleno de recovecos que evitan los contrastes, escarbando profundamente en el pasado, para comprender el incomprensible presente que solo puede ser dilucidado recurriendo a la compasión y el perdón. Conceptos que desde una perspectiva de mujer, según nos invita a ver Ziad Doueiri con sus remarcables personajes femeninos secundarios, se vuelven nítidos y justos. El cine de oriente medio siempre ha puesto más énfasis en la moral y la justicia que la cinematografía americana y europea —a excepción de la de Europa del Este—, en donde la dimensión moral se escabulle porque las razones políticas, sociales y religiosas son más dispersas. Por el contrario, aquí, el cine ordena la vida y sus conflictos porque investiga sus causas, haciéndonos así partícipes del yo, el tú (cercano) y el otro (lejano). El insulto derriba las distancias, los muros ideológicos y las barreras de género. Desde este proceder es una cinta que educa, enseñando a detectar el origen de todo conflicto bajo la superficie de su apariencia.
 

Tráiler de El insulto | StyleFeelFree Youtube