La vida y nada más | Grito de realidad afroamericana 

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Rosana G. Alonso

Alma mater de SFF. Librepensadora observando las dinámicas sociales y culturales desde una perspectiva feminista que se abre a lxs otrxs

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‘La vida y nada más’ es una de las mejores películas sobre realidad social afroamericana de todos los tiempos. Curiosamente, la firma un español. Quizás en la condición de extranjero de Antonio Méndez Esparza esté la clave

El año pasado con el documental 13th (Enmienda 13) de Ava Du Vernay, descubrimos algunos datos escalofriantes sobre los reclusos en Estados Unidos. Aunque EEUU solo representa el 5% de la población mundial, el 25% de los presos de todo el mundo se encuentran en este país. La hipótesis que arrojaba la directora de Selma, la película sobre Martin Luther King estrenada en España en 2015, es que la explotación en condiciones de esclavitud sigue operativa a través de las cárceles. De ahí que el título del documental haga referencia a la Decimotercera Enmienda de la Constitución a través de la cual se abolió la esclavitud, pero con la excepción de las personas condenadas por algún delito.

En La vida y nada más, la película del madrileño Antonio Méndez Esparza, interpretada por actores no profesionales que la dotan de un realismo asombroso, se muestra la raíz de esos aspectos que contemplaba Ava Du Vernay en 13th. Desde un realismo desolador, Esparza escarba en esas vidas al borde de la desesperación para buscar comprender el destino de muchos adolescentes que acaban alimentando ese sistema de esclavitud enmascarado.

La vida y nada más es lo que refleja Esparza. Retazos de vida. De accidentes. De cotidianidad sin escapatoria. La facilidad de un desliz que conduzca directamente a prisión, en estos itinerarios con tan pocas opciones, más que una posibilidad, es un hecho, vistas las cifras. El realizador insiste por ello en los números, citando como fuente el Informe juvenil de Florida: “más del 80% de los que fueron fichados por la policía, entre enero y marzo de 2016, fueron Afro-americanos, y casi el 50%, jóvenes de entre 12 y 15 años”. De ahí que el protagonista de este filme sea un adolescente, a través del cual se trata de dar voz a todos aquellos que se encuentran a la deriva y en una cotidianidad asfixiante. La vida y nada más es eso, la voz de la desesperación de las minorías negras desplazadas en su mismo territorio. Los irreductibles temas familiares, la raza y el sistema legal son algunos de los problemas que se vertebran a través de la experiencia de unos personajes localizados en el Condado de Leon, en Florida, donde la desigualdad es visible en cada esquina. Ellos son la voz de aquellos silenciados por un sistema que les niega la posibilidad de construir una trayectoria vital digna, ya que para ello habría que cambiar las reglas de un juego pensado para nutrir la desigualdad. Se perfila en toda esta cinta una visión crítica en la línea del realismo social inglés de Ken Loach, pero con los auténticos personajes de la América de la década de los noventa del pasado siglo de Spike Lee. Y lo más curioso es que esperaríamos que un trabajo así lo firmara un Lee Daniels inspirado en Precious o incluso, aunque las comparaciones no proceden, el Barry Jenkins de Moonlinght. Pero no, es cine español. El mejor cine español se hace en EEUU. Tal vez esa sea la clave. Antonio Méndez Esparza escrudiña la realidad afroamericana como lo que es, un extranjero en América. Y en esa mirada está la verdad. Una verdad de movimientos que se congelan, que avanzan lento, como la propia vida sin añadidos.
 

Tráiler de La vida y nada más | StyleFeelFree Youtube