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En ‘The Square’ Ruben Östlund aplica el nuevo enfoque del cine para tratar la realidad, lo que convierte a la película en un divertido dispositivo de investigación de la condición humana en la sociedad contemporánea
Un gestor de un museo está preparando su nueva flamante exposición de título The Square. La matriz de esta muestra parte de la idea del experimento del “Buen Samaritano” de Princeton en 1973. Así, cualquiera que estuviese dentro de The Square, estaba obligado a actuar y reaccionar si alguien necesita ayuda. Pero el estilo de vida del director y la planificación de su propia vida privada, dista mucho de estar en sintonía con los principios de los que hace gala a través de sus exposiciones y manifiestos.
¿Cómo representar la realidad cuando los acontecimientos nos desbordan, son puramente esperpénticos y se propagan rápidamente por las redes volviéndose hipernormales? Después de la posverdad llega la hipernormalización para que aceptemos el mundo-mentira del que somos testigos. El problema explicaba Adam Curtis, recientemente, en la clase magistral que tuvo lugar en el Museo Reina Sofía, con motivo del ciclo de cine que le dedica hasta finales de diciembre dicha institución, es que hemos aceptado esa realidad hiperbólica y tramposa como algo normal. Ello nos convierte también en cómplices de la mentira, en lacayos de un sistema corrupto. Y al mismo tiempo, la denuncia como tal, ¿tiene algún sentido? ¿Tiene sentido que nos postulemos como abanderados de causas teóricas que propagan un mundo más justo, cuando nuestro estilo de vida, nuestros modos de interactuar a diario con nuestros semejantes, contradicen las causas que defendemos abiertamente, desde una incierta teoría que más allá del marco teórico se resquebraja? Y entonces, ¿tiene algún sentido la mera denuncia, que solo tiene en cuenta la pieza de un engranaje complejo, que para cambiarlo precisa de un ejecutivo interviniente que cambie las reglas del juego de una corrompida realidad que precisa de un plan maestro, o de lo que Curtis denomina “una poderosa narrativa capaz de reconducir el sistema”?
Las narrativas cinematográficas están cambiando en los últimos años para hacer frente a estas complejas realidades cuando la denuncia per se es en balde, no sirviendo para cambiar las fallidas ordenanzas. Concretamente el discurso de Ruben Östlund ha dado un giro sustancial con The Square, su última película. Con ella marca un paso enorme desde sus primeras cintas en las que la sátira, que explica convincentemente nuestro mundo buscando la complicidad del espectador, no tenía lugar. Sin embargo, no implica que aquellos ejercicios hasta Fuerza mayor en el que ya hay un salto porque comienza con esta a dirigir el argumento por un único cauce para que sea más digerible, fuesen un extraordinario trabajo de análisis desgarrador del comportamiento humano que en De ofrivilliga dejaba además una composición, con el procesado de imágenes, muy expresiva.
En The Square, Östlund, cambiando de registro, se engancha a una cinematografía que desde siempre lleva implementando Paolo Sorrentino y Maren Ade en su espléndida Toni Erdmann. Hay un modo de hacer en esta cinematografía actual, de corte esperpéntico, que integra la poderosa narrativa a la que aludía Curtis, aunque aquí, desde la ficción. Esta forma de hacer entiende que para conectar con los nuevos públicos que han surgido desde la revolución digital de la información y las inamovibles estructuras de poder secundadas por lo político, tiene que aplicar métodos más acordes con estas neo-realidades que tienden a un desorden estructural que encaja con dinámicas estéticas que toman el caos como punto de partida. En The Square, el realizador sueco parte además de constataciones que llevó a cabo a modo de estudio preliminar de la película. La idea detrás del título y el argumento, arranca de una exposición de arte creada por el propio Östlund y Kalle Boman para el museo de diseño Vandalorum en Värnamo que derivaba en una instalación que ejemplificaba un santuario humanitario —un cuadrado realizado con barras de luz led situado en la plaza de la ciudad— en el que simbólicamente cada persona que entraba en él empatizaba con cualquier otra que estuviese también presente, sin importar las diferencias entre ambos, obligando a los participantes del experimento a actuar y reaccionar si alguien necesitaba ayuda. Una simbología arraigada a valores muy antiguos, presentes en las religiones y en tratados universales, que establecen que todos merecemos el mismo trato o los mismos derechos.
Pero la realidad es que la teoría y la práctica, vistos los resultados, distan mucho de seguir los mismos caminos. De ahí que todo el argumento de The Square gire en torno a este planteamiento que materializa el realizador sueco, dejando tras de sí algunas escenas memorables que van camino de convertir a este filme en imprescindible para comprender la era extraña en la que sobrevivimos, mintiéndonos. Las cuestiones morales, que necesariamente empiezan a proliferar en las películas, sobre todo en el cine rumano —como ejemplo, Los exámenes de Cristian Mungiu o The Fixer de Adrian Sitaru— deberían hacernos reflexionar en la necesidad de cambiar nuestros métodos y actividades, antes de comprometernos con teorías que no practicamos. Quizás cambiando nuestros modos de vida, de interacción elitista y orientados a la consecución de metas, cambiemos eficientemente el mundo, porque entonces sí, daremos ejemplo poniendo en práctica las convicciones que decimos tener. Lo complicado no es estar de acuerdo con temas universales de calado humanista, sino actuar consecuentemente con estos valores, buscando nuevas formas de producción, de gestión y de relacionarnos.
Tráiler de The Square | StyleFeelFree Youtube
Título original: The Square
Duración: 144 minutos
Dirección: Ruben Östlund
Guion: Ruben Östlund
Fotografía: Frederik Wenzel
Diseño de producción: Josefin Åsberg
Vestuario: Sofie Krunegård
Montaje: Ruben Östlund y Jacob Secher Schulsinger
Reparto: Claes Bang, Elisabeth Moss, Dominic West, Terry Notary, Christopher Læssø, Marina Schiptjenko, Elijandro Edouard, Daniel Hallberg, Martin Sööder, Linda Anborg, Emelie Beckius, Peter Diaz, Sarah Giercksky, Jan Lindwall
Fecha de estreno España: 10 de noviembre de 2017
Festivales:
Festival Internacional de Cine de San Sebastián: Sección Zabaltegi – Tabakalera
Nominaciones:
Oscars 2018: Candidata por Suecia a Mejor Película de habla no inglesa
British Independent Film Awards (BIFA-2017): Nominada a Mejor Película Internacional Independiente
Premios:
Premios Goya (2018): Premio a Mejor Película Europea
Premios del Cine Europeo (2017): Premio Mejor Película Europea
Premios del Cine Europeo (2017): Premio Mejor Comedia Europea
Premios del Cine Europeo (2017): Premio Mejor Director (Ruben Östlund)
Premios del Cine Europeo (2017): Premio Mejor Actor Europeo (Claes Bang)
Premios del Cine Europeo (2017): Premio Mejor Guionista Europeo (Ruben Östlund)
Premios del Cine Europeo (2017): Premio Mejor Diseño de Producción (Josefin Åsberg)
Festival de Cannes: Palma de Oro
Festival de Cannes: Premio Vulcan al diseño de producción (Josefin Åsberg)