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¿Se puede estar jugando, continuamente, a hacer la revolución? Es ley de vida.
—Marcel Dzama, en La Casa Encendida, dibujando una revolución—
Entre la utopía de la revolución y la distopía, a la que tiende la misma revolución, media solo un paso. Permanecer quieto, en cambio, significa resignarse a la derrota de la utopía. Sentimos el malestar de vernos en una distopía continua porque la historia está plagada de revoluciones frustradas por una condición humana que difícilmente encuentra lugar para la conciencia. A pesar de ello, del fracaso predecible, en ese reducido espacio, entre utopía y distopía, está la acción, la vida, llamando a ser vivida en un Marchemos pues, juntos, sin temor, por los sueños y esperanzas que perdimos el año pasado, como anuncia una de las obras de Marcel Dzama [Canadá, 1974], un artista que apela a la revolución en la exposición Dibujando una revolución, que ahora puede verse en La Casa Encendida de Madrid.
La obra de Marcel Dzama se encuentra precisamente ahí, en ese cubículo para la acción que reclama un mundo en el que tornándose los papeles, Robin Hood se fragmenta hasta la extenuación, reconvertido en un abanico de mujeres militarizadas que vivifican, según aprecio especialmente en Revolución (2016), a las bailarinas de El Destacamento Rojo de Mujeres, en plena Revolución Cultural. Un ballet apropiado para un presente de necesarias proclamas feministas. En ese recinto dzamiano, con aires militares en alguna composición como la mencionada, pero generalmente festivos y colectivos, aunque tenebrosos y trasnochados; la imaginación es fructífera porque los fantasmas que flotan en el aire, que afloran de otras revoluciones consumadas, quieren volver a ser protagonistas de la historia presente.
Repletas de guiños a la historia del arte, a revoluciones habidas y por haber, las fábulas dibujadas y escritas por Dzama juegan con la ironía en un tablero de ajedrez en tablas, puesto que los fantasmas del pasado que dialogan con el presente, no entienden de vencedores ni vencidos, solo narran la historia que conocen. Son muchos los profetas-artistas invocados. Aquellos que dibujaron la trastienda de contiendas reales o imaginarias, bélicas o sociales. Estrella de Diego, comisaria de la exposición, reivindica a Goya como uno de los referentes más visibles en el trabajo del canadiense afincado en Nueva York, fijándose en El Entierro de la Sardina, como obra que clausurando el Carnaval “evidencia ese constante estar de paso, ese vivir ineludiblemente bajo la máscara que cubre otra máscara”, según advierte en el catálogo de la exposición. Las máscaras en la obra de Dzama son llamativas y las referencias a Goya evidentes, en algunos casos, como en el filme Une danse des bouffons [Un baile de bufones] en el que aparece Kim Gordon de Sonic Youth, recreando el capricho de Goya Ya no tienen asiento. Otra máscara, la silla en la cabeza, que no tanto humilla a quien la lleva, sino que deja en evidencia al que idea ponerla en la cabeza de otro.
Serpenteando un camino que comienza en el Bosco de luces y sombras, continúa [así lo imagino] por Pieter Brueghel el Joven, se detiene precisamente en Goya y prosigue con James Ensor; Marcel Dzama recrea obras que sean dibujos, dioramas o esculturas en aluminio, tienden todas ellas a ser prolíficas. Obras en acción en las que podemos encontrar señas reconocibles de una contemporaneidad fílmica que diría, comienza con los primeros ensayos de lo monstruoso y experimental de David Lynch y Cronenberg, hasta desembocar, inevitablemente, en los juegos de seducción del Eyes Wide Shut de Kubrick, presagiando un siglo XXI de apariencias.
Dzama, ocultando y mostrando símbolos que miran a la cultura popular, para activar la denuncia política, es realmente efectivo porque sabe cuáles son los focos candentes, las palabras justas que extrae de aquí y allá, las iconografías de los cuentos que reconocemos y que deconstruye, descifrando de esta manera los motivos para la revolución del presente. Sabiéndose con las claves de su propio juego, nos invita a jugar. Aceptar la partida implica que tendremos que hacer un esfuerzo para atrevernos a entrar en pasadizos que no conocíamos, sortear trampas que tampoco sospechábamos, y desenmascarar a los raptores de una verdad a su medida que clama volver a ser verdad, hasta volverse nuevamente mentira. De eso trata la revolución. No una, todas las revoluciones.
El artista Marcel Dzama en la exposición Dibujando una revolución en La Casa Encendida | Foto: © StyleFeelFree
Obra: The carnaval blues [El blues del Carnaval, 2014] de © Marcel Dzama | Foto: © StyleFeelFree magazine
Título: Dibujando una revolución
Artista: Marcel Dzama
Comisariado: Estrella de Diego
Lugar: La Casa Encendida (salas A,B y C)
Fechas: del 28 de septiembre de 2017 al 7 de enero de 2018
Horario: de 10 a 21.45h
Precio [entrada a exposición]: entrada libre hasta completar aforo