Jericó, el infinito vuelo de los días | Lo local, en lo femenino 

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Rosana G. Alonso

Alma mater de SFF. Librepensadora observando las dinámicas sociales y culturales desde una perspectiva feminista que se abre a lxs otrxs

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En ‘Jericó, el infinito vuelo de los días’ de Catalina Mesa, descubrimos una pequeña localidad que deja paso al retrato íntimo y documental de cuatro mujeres cuyas historias se entretejen al ritmo de la música, la amistad y el color

En Los viajes del viento, una película de ficción del colombiano Ciro Guerra descubrí una Colombia fascinante anclada a lo tradicional. Lo local, generalmente poco apreciado en la ficción, aunque personalmente me fascine, en cambio, se crece en lo documental porque quizás sea más digerible, ya que precisamente en el cine de lo real, las pistas se esclarecen desde el principio buscando constantemente la franqueza y espontaneidad, a través de personajes que se acercan desde el principio al público, mostrándole sus intimidades. De hecho, en Jericó, el infinito vuelo de los días, de la también colombiana Catalina Mesa, esos rasgos específicos cobran vida ante el espectador, en un inicio sembrado de planos detalle que visibilizan lo folclórico y popular para contextualizar un espacio que dejará paso al retrato documental de ocho mujeres protagonistas que construyen una historia que parece cosida con retales, como una colcha de patchwork realizada con esmero.

Jericó, el infinito vuelo de los días es un homenaje de Catalina Mesa a su tía abuela de la que guardaba el recuerdo de sus historias sobre Jericó. Llegado el momento, Mesa decidió regresar a esta localidad colombiana para rendir tributo a las mujeres que como su abuela, representan la autenticidad del espíritu de la cultura antioqueña de Jericó. Mujeres carismáticas y libres, en soledad, pero no solas, que construyen este relato que se detiene en su fortaleza; una entereza y energía que parece revivir en los detalles que la colombiana rescata como parte de esa identidad que pervive anclada a tradiciones que componen mosaicos coloristas del mundo que habitamos. La mujer, aquí, se convierte entonces en custodia de esos valores que perviven en un local que debemos cuidar como parte de una bioesfera cultural diversa y rica en valores y costumbres.

Están los planos cortos, describiendo la naturaleza de un lugar poblado por personas que le dan significado; pero además, en Jericó, el infinito vuelo de los días están las declaraciones de estas mujeres protagonistas que explican, con pasajes de su vida, el sentido de una trayectoria vital, acompañada por la música. Temas clásicos de la tradición colombiana como Espíritu Colombiano de Lucho Bermúdez, Anita de Luis A. Calvo o Nuestra casita de Posada y Calle, interpretados al piano por otra mujer, Teresita Gómez. Como en Plaza de la soledad, de la mexicana Maya Goded, que pudimos ver en DocumentaMadrid 2016, estas canciones populares hacen avanzar el filme, consiguiendo así llevarlo hacia un lugar común donde las distancias se disipan y entramos en la misma historia, como si fuéramos un protagonista más que escucha atentamente. Entrar en la casa de alguien, que te recibe cordialmente, es un honor y un placer. Y Jericó, el infinito vuelo de los días, es una invitación abierta a entrar en el espacio íntimo de mujeres que son las guardianas culturales de un Jericó construido a base de gestos, a veces banales, pero humanos, al fin y al cabo.
 

Tráiler de Jericó, el infinito vuelo de los días | StyleFeelFree Youtube