Ana, mon amour | Racionalizando las dependencias emocionales 

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Rosana G. Alonso

Alma mater de SFF. Librepensadora observando las dinámicas sociales y culturales desde una perspectiva feminista que se abre a lxs otrxs

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El rumano Calin Peter Netzer en ‘Ana, mon amour’ vuelve a indagar, como en ‘Madre e hijo’, en las relaciones humanas, pero la intensidad de aquella se diluye en una película que logra en cambio cuestionar a la pareja en la sociedad actual

No hay relación emocional que habiendo pasado una temporada en el infierno, no deje huella. Tras diez años de relación, a Toma su historia con Ana lo lleva directamente al psicólogo. En la película Ana, mon amour, de Călin Peter Netzer, inspirada en la novela Luminita, mon amour de Cezar Paul Bădescu, se pretende racionalizar los sentimientos tormentosos que se sumergen en peligrosas espirales de dependencia. Este intento de racionalización se materializa en las sesiones de psicoanálisis en las que el personaje principal masculino de la cinta del rumano, interpretado por Mircea Postelnicu, busca explicar el punto en el que se encuentra, motivado por un otro que redefine su historia particular en el laberinto emocional de idas y venidas. Cuando la vida gira alrededor de la idea de una persona y esa idea de pronto evoluciona, todo se viene abajo, pero también existe la posibilidad de volver a construir evitando caer en los mismos errores.

En realidad el error de Toma no es Ana. Imposible la existencia de un error supeditado a la idea de otro. Sin embargo, el realizador rumano, como le ocurrió en su anterior trabajo, no puede evitar posicionarse por uno de los personajes, haciendo que como espectadores, juzguemos al otro. Si anteriormente en Madre e hijo, no pudimos esquivar que el hijo nos resultase en cierta forma antipático, frente a una madre-madraza, imperiosa, que lo absorbe, en uno de los personajes femeninos más admirables de los últimos años, en este caso es difícil no juzgar a Ana, mantenerse al margen de una historia que no tiene, en cambio, el ímpetu, la fuerza arrasadora de su anterior incursión. Ana, mon amour se construye pieza a pieza, aunque con la celeridad de la cámara en mano, que no obstante, parece estancarse por momentos, lo cual entronca con un análisis de la pareja que es preciso reflexionar. Por ello, es sugestiva cuando tenemos todas las piezas y podemos trazar la radiografía de cada personaje, evitando caer en la generalización. Hay un estudio de la psicología individual en la sociedad moderna que busca profundizar. En este sentido, Peter Netzer sigue en paralelo a los últimos trabajos de su coetáneo Radu Muntean, tratando de entender el sentido de la pareja, en la sociedad de hoy, en una Rumanía tan sórdida como extraordinariamente retratada en el cine de autor rumano de la última década.
 

Tráiler de Ana, mon amour | StyleFeelFree Youtube