La vida de Anna | La cara femenina del realismo social 

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Rosana G. Alonso

Alma mater de SFF. Librepensadora observando las dinámicas sociales y culturales desde una perspectiva feminista que se abre a lxs otrxs

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Nino Basilia en su primera película, ‘La vida de Anna’, se sumerge en un realismo social en el que su imponente personaje femenino avanza a trompicones

Los personajes femeninos interesantes que no se estancan en prejuiciosas miradas complacientes porque la realidad es más efectiva y no necesita adornos, siguen siendo tan escasos en la cinematografía, aunque empiezan a tener más visibilidad, que cuando un guion se centra en uno de ellos, saltan las chispas.

Recientemente en el último Festival de Cine Alemán de Madrid, con Marija, de Michael Koch, tuve la ocasión de disfrutar de una de esas interpretaciones que cuestiona el rol femenino en el cine, acercándose a personajes que sintiéndose enjaulados, consideran la necesidad de escapar, sin reparar en nada, y sin necesidad de ponerle trampas a una moral propia. Existen, aunque no sean muchos, una serie de autores, como los hermanos Dardenne, que desde hace algún tiempo, ya se han percatado de la fuerza que pueden tener estos retratos heroicos de mujer que sobreviven en los márgenes de la sociedad. Con Rosetta y El silencio de Lorna, los belgas construyeron algunos de los personajes femeninos más memorables de las dos últimas décadas, aunque a estos, habría que sumar alguno más como el dirigido por Lynne Ramsay en Morvern Callar, por ejemplo; o sin ir tan atrás en el tiempo, el que interpreta Margita Gosheva en La lección.

Esta idea de lo femenino envuelto en entornos sociales conflictivos y parajes propios del cine más social de Krzysztof Kieslowski, está también presente en La vida de Anna de Nino Basilia que apura con Ekaterine Demetradze todas las posibilidades dramáticas, hasta las últimas consecuencias, pero sin intención de desbordarse en ellas. La mirada de Basilia en esta su primera película al frente, se detiene en el momento justo en que el relato corre el riesgo de excederse, o la actuación podría derrumbarse. Hay varias escenas en las que la realizadora georgiana pone al espectador contra la pared. Lo arrincona, pero no le exige nada. La efusión de la actriz principal, bajo la tutela de la realizadora georgiana por momentos puede sentirse impulsivamente desconcertante. Pero al menos, no exige al espectador que se involucre hasta el punto de hacerle sentir culpable por quedarse quieto, solo viendo, lo que podría ser real. La realidad es, sin lugar a dudas, el mejor escenario para el cine de interpretación femenina.
 

Tráiler de La vida de Anna | StyleFeelFree Youtube