Los demonios | Pasajes del miedo 

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Rosana G. Alonso

Alma mater de SFF. Librepensadora observando las dinámicas sociales y culturales desde una perspectiva feminista que se abre a lxs otrxs

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Philippe Lesage en ‘Los Demonios’, su primer largometraje de ficción, explora en la narratividad con una locuaz composición en el rodaje que más que alumbrar las escenas, provoca fogonazos que nos cercioran de su ímpetu como realizador

La visión cinematográfica permite, si hay intención, traspasar la realidad descubriendo una hiperrealidad que solo en su distorsión permite una lectura nítida. En Los demonios  existe esa intención. Acostumbrado al cine documental Philippe Lesage, quien sella esta película desconcertante, inicia su incursión en la ficción con un empuje que le motiva a desvelar una realidad protegida por los registros de la creación ficcionada. Para ello su técnica se nutre de esplendorosos planos secuencia que traspasan esa frontera que permite no adecuarse a registros, para bucear en certidumbres repletas de sombras. Sus primeras representaciones buscan la mirada hechizada por cierto suspense que atisba de peligros insospechados en escenas pletóricas. El canadiense entra de lleno en una trama difícil en donde distintas generaciones conviven con sus propios resortes. La mirada infantil es de todas, la elegida por Lesage para entrar en los recovecos de la vida movidos por el miedo, por los desenlaces que se atisban.

La clave de Los demonios  la encontramos en el escrutinio de Félix, un niño de diez años. Pero este mirar se ve interrumpido por otros acontecimientos insospechados para el espectador, que convierten el miedo del niño en algo real, espeso y sin embargo, ingrávido, espeluznante. Los cambios de registros se suceden para desfragmentar una realidad que vista desde la ficción deja envolventes imágenes del inconsciente que sale a la luz con música propia. Los demonios están ahí, disfrazados con conductas sociales que en la clandestinidad, o en la intimidad, desaparecen. Philippe Lesage lo único que pretende es quitar la máscara, dejar a sus personajes a la intemperie de sus miedos. Lo consigue a ratos, en momentos que son fogonazos que nos cercioran de un ímpetu por sobresalir no dejando nada al azar, y por ello mismo, sometiendo su planteamiento a la rigurosidad del efecto pretendido que se percibe tan frío como impostado en algunos planos que a pesar de ello, dejan el sinsabor de ese miedo que se infiltra en cada toma, gesto, aire que falta. A Los demonios le falta aire, pero esa era la intención. En este sentido, hay otra meta. La de no ser historia, sino pasaje. Pasaje de la insatisfacción. Pasaje del hastío. Pasaje de la edad. De las edades. Pasajes del miedo en sociedades perturbadoras, desajustadas, desbaratadas por la incomunicación varada por la comodidad que no encuentra acomodo en la banal rutina del día a día. El lugar no importa. La casa. La piscina. El trabajo. La escuela.
 

Tráiler de Los demonios | StyleFeelFree Youtube