Rosana G. Alonso
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Como un topógrafo del paisaje capitalizado, Lewis Baltz fotografió, desde los años sesenta del pasado siglo, las huellas de la sociedad de consumo, desde una perspectiva conceptual. Ahora, la Fundación Mapfre recupera su trabajo en una retrospectiva reveladora de la realidad presente

Cuando el sueño americano a penas acababa de comenzar, alimentado por una tensión pujante entre EEUU y la Unión Soviética, en la década de los sesenta del pasado siglo, algunos autores comenzaron a cuestionarlo. Philip Roth, en Pastoral americana, dejó constancia de esos sueños rotos. La novela publicada a finales de los noventa cartografió el florecimiento y decadencia del sueño americano en los años sesenta y setenta a través de la figura de Seymour Levov, alias El Sueco, el perfecto héroe caído en desgracia. Por la misma época, en el arte, los conceptualistas empezaron a cuestionar su entorno. La fotografía por entonces era un formato menor. Sin embargo, en el imaginario colectivo, los fotógrafos, ya en los años cincuenta, tenían una aureola fascinante. Al menos así lo veía Lewis Baltz (California, 1945 – París, 2014). Nacido en Newport Beach quería ser Edward Weston. La reveladora conversación entre el propio Lewis Baltz y David Company, en el catálogo editado con motivo de la exposición retrospectiva que hasta el 4 de junio le dedica la Fundación Mapfre de Madrid en su Sala Bárbara de Braganza, deja constancia de las motivaciones tempranas de Baltz, un fotógrafo que pasó muy pronto de interesarse por el medio como medio, a interesarse por él como un taxidermista que busca el rastro de su tiempo, en los detalles que vaticinan lo que viene en lo que hay.

Movimiento Topográfico

Ese rastro del tiempo, de su tiempo, en las fotografías de Baltz, tuvo desde el principio una visión de futuro que marcó un cambio de paradigma en la fotografía de paisaje americano. Anteriormente a los años sesenta, la fotografía de paisaje proyectaba la imagen de una naturaleza virgen, voluptuosa y casi divina que se popularizó especialmente con Ansel Adams. En la década de 1960, con el nacimiento de una visión crítica, algunos fotógrafos entre los que destaca un joven Lewis Baltz, que había quedado maravillado con las fotografías del matrimonio Becher que descubrió en la galería Sonnabend de Nueva York, empezaron a darse cuenta de que no podían seguir fotografiando el paraíso  porque el paisaje había mutado considerablemente con la creciente proliferación de los suburbios y los polígonos industriales que transformaron un panorama idílico en uno más desolador, urbano y tecnificado. Estos fotógrafos reunidos en la exposición New Topographics: Photographs of a Man-altered Landscape, comisariada por William Jenkins en la George Eastman House de Rochester (Nueva York), a mediados de los setenta, entendieron pronto que una visión contemporánea exigía romper con una tradición panteísta. La muestra no tuvo mucho éxito pero una década después el movimiento topográfico  fue reivindicado por Jonathan Green que según recuerda el propio Lewis Baltz “escribió un libro sobre fotografía americana donde la describía como la exposición fotográfica más influyente de todos los tiempos”. En este colectivo de artistas además de Baltz figuraban Bernd y Hilla Becher , Robert Adams, Joe Deal, Frank Gohlke, Nicholas Nixon, John Schott, Stephen Shore y Henry Wessel.

Una concepción cinética

Más allá de la mencionada exposición, considerada un hito en la fotografía, los denominados topográficos  no volvieron a manifestarse como movimiento. Pero claramente, al menos para Lewis Baltz, esto fue el punto de arranque de una actitud ante la fotografía, un posicionamiento que si en su primera serie The Prototype Works  (1967-1976) se mostraba oscilante entre dos universos que colisionan, el del deseo y la pérdida; en sus posteriores trabajos hasta Sites of Technology  (1989-1991), sigue los rastros, las huellas de un mundo que aunque aparentemente era de oportunidades, Lewis Baltz veía en ruinas, encaminado hacia una deriva anunciada a través de visibles signos que el fotógrafo americano recolectó, con una dedicación casi enfermiza. Se afanó por mostrar los detalles de una realidad paradójica, construyéndose y al mismo tiempo ruinosa, como es visible claramente en The Tract Houses  (1969-1971). Lo hizo con la máxima resolución posible, sin perspectiva y con grandes contrastes selectivos en el proceso de revelado, que sugieren una narratividad de documental con vestigios de thriller. Si bien se percibe una distancia con el medio cinético en la proliferación de elipsis enmarcadas que bosquejan geometrías espaciales. Primero en tomas muy cercanas y frontales, directas, para luego ir alejándose y perdiéndose en la frágil densidad deshabitada por la que merodeó como un observador que no puede, ni quiere, interferir en lo que ve; y mucho menos, buscar la empatía de un espectador que busca que lo seduzcan con artificios. Cubículos que son vacíos, pérdidas. Pérdidas que dejan huecos. Huecos que no pueden ser sustituidos. Humo que empaña. Y finalmente, montículos gravosos, desechos, paisajes afligidos. Huellas. Rastros que reconduciría buscando otra mirada que encontraría en Europa.

En cambio el paralelismo con el cine, no apreciable en la instantánea individual, se encuentra en el conjunto de su obra ya que hay un interés por buscar un equilibrio en el ensamblaje de imágenes que vuelven la mirada hacia el cine de los sesenta con cineastas indispensables como Michelangelo Antonioni, gran referente en su trayectoria como lo atestigua el deslumbramiento que supuso para él El desierto rojo. Otros autores como Jean-Luc Godard y Alfred Hitchcock, que fueron rescatados en la muestra de París de 2014, Lewis Baltz: Common Objects; también guardan un parentesco visible en lo estético e incluso en el contenido, con la obra de Baltz. En el caso de Godard esta reciprocidad la encontramos en la aproximación de ambos a una cultura de consumo que se refleja en hábitos, anhelos y expectativas de la sociedad.

Diálogo entre EEUU y Europa

El recorrido en la sala de Bárbara de Braganza respeta esta intención de Lewis Baltz de dejar al espectador que rastree la historia a partir del conjunto, un relato que por otra parte es más evidente ahora, en una retrospectiva que abarca 400 fotografías, de lo que fue marginalmente cada serie a lo largo de su trayectoria. Aquí hay un diálogo, fácilmente asimilable con la perspectiva actual, entre una primera etapa en EEUU y un segundo período en Europa, a partir de 1989, año en el que a pesar de ser sustancialmente un punto de inflexión en la carrera de Baltz, sigue ahondando en las mismas preocupaciones ya que según apunta Urs Stahel comisario de la muestra en Madrid y amigo personal del artista en su época de París, el fotógrafo “conserva la agudeza, la precisión y el sarcasmo en el análisis del mundo”. Un mundo que cuando parecía estar a punto de desaparecer como queda reflejado en la desoladora Continuos Fire Polar Circle (1986), resurge de sus cenizas, a todo color, en una Europa que Baltz disecciona como lo hizo en su etapa estadounidense. Con la herida abierta comienza entonces a ser consciente, así lo vemos en las fotografías-collage de esta nueva etapa, de que la última década del siglo XX estaba adentrándose en un territorio de máxima vigilancia que nos conducía, indefectiblemente, hasta el modo de vida actual, con la informática marcando las pautas del día.

Por eso, seguir las huellas de Lewis Baltz, a través de cuatro décadas de trabajo, nos conduce precisamente a un hoy vaticinado en The Power Trilogy  (1992-1995), serie en la que dejó constancia de ciudades-fortalezas custodiadas por guardianes invisibles protegiendo el mismo mundo del que Baltz trató de huir aprovechando, metafóricamente, la caída de un muro, el de Berlín, en 1989, que simbólicamente dejaba de existir mientras se construían otros mucho más difíciles de franquear.
 

exposición Lewis Baltz en Fundación Mapfre | StyleFeelFree

Tract House nº25 de la serie The Tract Houses de Lewis Baltz | Foto: Y.Yu para © StyleFeelFree

exposición Lewis Baltz en Fundación Mapfre | StyleFeelFree

Vista de sala de la exposición Lewis Baltz en Sala Bárbara de Braganza (Fundación Mapfre) | Foto: Y.Yu para © StyleFeelFree

exposición Lewis Baltz en Fundación Mapfre | StyleFeelFree

Fotografía de la serie Continuous Fire Polar Circle | Foto: Y.Yu para © StyleFeelFree

exposición Lewis Baltz en Fundación Mapfre | StyleFeelFree

Air France, Sophia Antipolis de la serie Sites of Technology | Foto: Y.Yu para © StyleFeelFree

DATOS DE INTERÉS
Título: Lewis Baltz
Artista: Lewis Baltz
Comisariado: Urs Stahel
Lugar: Sala Bárbara de Branganza de Fundación Mapfre
Fechas: 9 de febrero de 2017 – 4 de junio de 2017