El espectro de la luz sirve a Prudencio Irazabal para desentrañar los misterios del color, a partir de cromas que se desvanecen, en la exposición ‘La claridad y lo incierto’ en Helga de Alvear

Prudencio Irazabal | StyleFeelFree
Obra de Prudencio Irazabal en la exposición La claridad y lo incierto en Helga de Alvear | Foto: R.Xo para © StyleFeelFree

¿Puede la mística del color avanzar aún más de lo que ha hecho hasta ahora, sirviéndose de la pintura para desentrañar lo que no puede ser certero, si es infinito o transita entre opuestos? Con Rothko los campos de color se desmembraron fluyendo por el lienzo, excediendo los paisajes vacíos que emulaban otros reales que se perdían en las inmensas extensiones de los campos de América. Sin embargo, la obra de Prudencio Irazabal (Álava, 1954 ) que ahora puede verse en la galería madrileña Helga de Alvear, aunque pudiera recordar a la del letón nacionalizado estadounidense en la predilección por los contornos borrosos que parecieran flotar por el espacio invitando al espectador a adentrarse en entornos serenos y plácidos, incluso en la indefinición; se materializa en un puente de imprecisiones, de indefiniciones, de imposibilidades que a pesar de ello pugnan por encontrar una verdad verdadera.

En La claridad y lo incierto, como su título indica, hay un desafío, aunque sosegado, que busca una respuesta apelando a la sentencia formulada por James Joyce en Retrato del artista adolescente. “Claritas is Quidditas”, afirmaba en esta obra, dando a entender en esta aseveración que la claridad es la esencia del ser. En este sentido hay una intención de trascender, de encontrar una mística en la pintura que Irazabal aplica sobre el lienzo, capa a capa, finísimas capas que atienden a lo innato del color, es decir, al espectro de la luz. Este se toma como objeto de estudio en un intento imposible de emular la mezcla aditiva de los colores-luz por medio de colores-pigmento, de ahí lo incierto.

Lo que no se puede determinar, por confuso o borroso, es así tan elocuente como la realidad. Cenagosa, impura. Y tan antagónica, que se traiciona inevitablemente por su grado de oposición, no confluyendo nada más que hacia lo que solo puede ser ilusión. El abismo. La claridad cavilando entre nebulosas no deja de ser un espejismo que en cambio es una epifanía que se revela lúcida entre las sombras. Prudencio Irazabal investiga la luz y la oscuridad, objeto también de estudio por el grupo de Düsseldorf Zero. Pero este supera la dialéctica de Zero en su intento de no renunciar a la búsqueda de la luz en todo el espectro cromático, sin renunciar a los opuestos y su amplia gama de matices.

DATOS DE INTERÉS
Título: La claridad y lo incierto
Artista: Prudencio Irazabal
Lugar: galería Helga de Alvear
Fechas: 17 de noviembre de 2016 – 11 de febrero de 2017