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El viajero, en su visita a la pequeña localidad portuguesa de Guimarães, sacará mucho provecho de cada minuto de tiempo invertido
De los perdurables vestigios medievales a las nuevas arquitecturas, fruto de la celebración de la Ciudad Europea de la Cultura en 2012, Guimarães, situada al norte de Portugal, en el distrito de Braga, rebosa interés. No solo los que estén interesados en conocer los orígenes de Portugal encontrarán muy sugestivo el recorrido, también los que disfruten de las pequeñas urbes llenas de encanto, que combinan tradición y contemporaneidad, disfrutarán de un paseo por una población acogedora que da la bienvenida a aquellos que se acerquen a conocerla.
Según se cuenta, en el castillo medieval que atesora esta ciudad, en el siglo XII, nació Afonso Henriques, el primer rey de Portugal. Por ello, se considera que en Guimarães nació el reino de Portugal. Esto queda patente en la inscripción “Aquí nasceu Portugal” (Aquí nació Portugal) visible en los restos de la muralla medieval que se conserva en Largo do Toural. No obstante, esta ciudad del Baixo Minho, que sobresale por su inconmensurable herencia que llevó a la Unesco, en 2001, a declarar su Centro Histórico como Patrimonio Cultural de la Humanidad, destaca también por el modo en que ha sabido valerse de su riqueza histórica para seguir invirtiendo en la creación de nuevas infraestructuras culturales. Así lo demuestra su interés por alzarse como la Capital Verde Europea 2020, después de haber sido ya Ciudad Europea del Deporte en 2013.
La modernización de Guimarães
Este espíritu de modernización alcanzó su punto álgido hace algunos años tras ser elegida Ciudad Europea de la Cultura. Con tal motivo, hubo un rejuvenecimiento de la ciudad que permitió la rehabilitación de la plaza Largo do Toural. También se recuperaron áreas como el viejo mercado de Guimarães. Este amplio recinto, ahora transformado en un espacio multifuncional, alberga tanto la Plataforma das Artes e da Creatividades como el Centro Internacional das Artes José de Guimarães (CIAJG), un interesante museo que sostiene entre sus máximas la diversidad como forma de construcción de la identidad. El CIAJG debe su nombre e impulso a José de Guimarães quien aportó una combinación de piezas de sus colecciones de Arte Africano, Arte Precolombino y Arte Chino antiguo, que junto con obras del propio artista, así como de otros creadores contemporáneos, dotan tanto al centro de arte, como a la ciudad, de una seña de identidad que aboga por el mestizaje.
Un espíritu de fusión que asimismo se aprecia en el desarrollo de actividades como la Bienal de Arte Textil Contemporánea, Contextile 2016, que tuvimos ocasión de presenciar, ocupando además de los centros culturales mencionados, el Centro Cultural Vila Flor, el Instituto de Design de Guimarães, la Casa da Memória, el Palacete Santiago o el Centro para os Assuntos da Arte e Arquitectura (CAAA). Aparte de este arsenal de dispositivos que favorecen el desarrollo cultural hay visitas obligadas como el templete gótico Padrão do Salado en la plaza Largo da Oliveira, el Pazo de los Duques de Bragança, la Iglesia de San Miguel o el Castillo de Guimarães. Y si el tiempo de la estancia lo permite, es muy aconsejable coger un teleférico para merodear por las laberínticas sendas del Monte da Penha a donde acuden muchas familias a pasar el día.
Pausar el tiempo
Aunque se puede visitar en un día si nuestro punto de partida es Oporto, ya que está tan solo a 56 km, esta pequeña ciudad medieval bien merece la pena pernoctar una noche. Recorrer sus calles empedradas del casco antiguo observando sus antiguas casas abalconadas, disfrutar de sus acogedoras plazas como la del Largo da Oliveira o la plaza de São Tiago o descubrir sin prisas sus monumentos históricos se convierten en una buena excusa para alargar la estancia. Su relajado ambiente es propicio para pasar una velada encantadora cenando al aire libre, si las la climatología lo permite, en alguno de sus establecimientos que ofrecen los mejores platos de la gastronomía portuguesa. ¿Hacen falta más alicientes?