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La obra del artista japonés Hiroshi Sugimoto registrada a cámara lenta, ofrece en la Fundación Mapfre, una experiencia que conecta lo real con lo irreal en un juego de percepción marcado por el tiempo
El tiempo. Tic, tac. Corre veloz. Pero si nos detenemos ensimismados delante de cualquier presencia o apariencia, parece que no avanza, como si se detuviese. Posiblemente esa sea la razón por la que Hiroshi Sugimoto se sumerge en la experiencia fotográfica como queriendo capturar el tiempo, detenerlo para encapsularlo. En la sala de Recoletos de Fundación Mapfre esto es perceptible desde el momento en que nuestros ojos se posan delante de cualquiera de las 41 obras de gran formato recogidas en Black Box, muestra que ordena algunas de sus series fotográficas más conocidas. Un recorrido por cuarenta años de trabajo del artista que culmina en la serie Seascapes [Paisajes Marinos ] todavía en curso. A esta le anteceden Portraits [Retratos ], Dioramas, Lightning Fields [Campos de relámpagos ] y Theaters [Cines ].
De gran carga conceptual, el trabajo del japonés Hiroshi Sugimoto reunido en Black Box pretende “hacer una metáfora de la caja negra” explica el artista que se siente “un pesimista optimista” ante la civilización humana al considerar que “el mundo es finito, no puede seguir creciendo el producto mundial bruto infinitamente”. La caja negra que define la orientación de las series de Sugimoto, hace referencia al dispositivo electrónico de los aviones que graba información relevante para descubrir las causas de accidentes y siniestros; pero también al mecanismo del cerebro humano y por supuesto, a la original cámara oscura con la que comenzó la fotografía en el siglo XIX. Mecanismos en los que, en cuanto a los que afectan al cerebro, claramente interviene la percepción si tenemos en cuenta que hay fisuras entre las imágenes que el ojo ve y los conceptos que procesa la mente. Pero también hay un interés por desvelar las incógnitas que separan la vida de la muerte, algo que tratan de desentrañar las cajas negras de los aviones. Y una predilección por lo técnico como base sobre la que ceñirse a un virtuosismo que se magnifica con el formato y el sugerente uso del blanco y negro. La gran dimensión no hace sino engrandecer tanto las concepciones como las técnicas de Sugimoto.
Atendiendo a todos estos aspectos, la percepción, la ilusión, la representación, la vida y la muerte se fusionan en todas las series inanimadas del artista japonés que en Theaters nos retrotraen a las fotografías de teatros vacíos de la alemana Candida Hoffer en los que manifestaba una fascinación personal por lo estético y lo técnico. Binomio que en Sugimoto va siempre acompasado a la par con otros como la representación y la abstracción al más puro estilo Rothko. Conceptos que se cruzan simultáneamente en Seascapes, su serie más comercial según él mismo afirma en una conversación con el comisario Philip Larratt-Smith y publicada en el catálogo realizado con motivo de la exposición.
Pero si hay un binomio que le resulta de interés a Hiroshi Sugimoto es el que se establece entre lo animado y lo inanimado, creando entre ambas nociones una tensión que invita a pensar en qué hay de real en nuestra experiencia sensorial y qué de ficticia. Así, en sus series Dioramas y Portraits atendemos como espectadores a representaciones de lo real que aparentemente nos dan una ilusión de autenticidad cuando en realidad son fotografías de tableaux realizadas en el Museo de Historia Natural de Nueva York, en el caso de los Dioramas; y fotografías de estudio tomadas a piezas de cera en el caso de los Portraits. Con ambas series, hay un meditado interés por confundir al espectador para que reflexione sobre la tensión entre lo falsificado y lo real. Acepciones que llegan también a contagiar a su serie Lightning Fields en el sentido de que lo que vemos tampoco son fotografías sino efectos que las descargas eléctricas producen en negativos fotográficos.
En suma todo el trabajo artístico de Hiroshi Sugimoto nos hace cuestionarnos si lo que atienden nuestros ojos es realmente lo que es. En las fotografías de cines y autocines —serie Theaters— esto lleva además a otras cuestiones más trascendentales ya que son fotografías tomadas capturando toda la luz emitida por la pantalla de cine durante el tiempo que dura la película proyectada. Con el obturador abierto todo ese tiempo, se establece una reciprocidad con la propia vida humana. Cuando acaba la película acaba la obra y el resultado es una resplandeciente caja blanca que sorprende porque como espectador tienes la sensación de que ese rectángulo central en la imagen es algo que se escapa a lo tangible, como si vislumbrásemos un agujero lumínico por el que pudiésemos colarnos a otra dimensión. “La vida es una larga exposición” argumenta Sugimoto explicando así su gusto por las exposiciones largas que en esta serie adquieren además sentido en la impresión final. La vida solo parece explicarse con la muerte, con el final de la película. Pero además, en el fotógrafo japonés, parece existir un interés por resucitar lo que está muerto para darle vida eterna conformando naturalezas muertas de naturalezas muertas, lo que conlleva una idealización de lo inerte que indica que la realidad ideal está muerta. Claro que nuestro sentidos tampoco disciernen, en muchos casos, entre lo que está vivo o exánime.
Título: Hiroshi Sugimoto.Black Box
Artista: Hiroshi Sugimoto
Comisariado: Philip Larratt-Smith
Lugar: Fundación Mapfre. Sala de Paseo de Recoletos, 23
Fechas: 23 de junio de 2016 – 25 de septiembre de 2016
Entrada: entrada libre