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El festival de cine Filmadrid 2016 cierra con un palmarés de marcado acento portugués. Tras conocer el fallo del jurado, esta es nuestra impresión, de primera mano, en función a las películas que hemos visto pasar estos días en la sección oficial
Filmadrid cierra su edición anunciando un palmarés que en la competición oficial tiene un claro ganador. El portugués João Nicolau se alza, con su largometraje John From, con los premios a mejor película tanto por parte del jurado oficial como del jurado joven. A este le sigue el brasileño Rodrigo Lima con O Espelho que se lleva una mención especial del Jurado Oficial. Por su parte los premios Días de Cine dejan como ganadora a Sayonara del japonés Koji Fukada, reconociendo también con una mención especial el cortometraje portugués dirigido por la india Arya Rothe. Además, Jorge Suárez-Quiñones, al que le ha sentado bien ser el único cineasta que juega en casa, ha visto reconocido su trabajo Amijima con una mención especial por parte del Jurado Joven.
Si algo ha marcado la segunda edición del Filmadrid 2016 es que el buen cine independiente ni tiene reglas, ni conoce fronteras y a veces, ni siquiera necesita obedecer a la razón, sino al puro sentimiento que en algunas ocasiones avanza caótico sin importar el qué dirán, ni pensar en audiencias o en números. Algo que los organizadores de Filmadrid no han pasado por alto al seleccionar, para esta convocatoria, un plantel de películas en las que conviven los cortos formatos con los largos y los medios; las películas con narraciones argumentadas, con los experimentos puramente formales y conceptuales; lo documental con la ficción; los autores más jóvenes y noveles con reputados cineastas como el filipino Lav Diaz o el belga Thierry Knauff que presentó Vita Brevis, una de las películas más sugestivas del festival junto a The Digger del libanés Ali Cherri, O Espelho de Rodrigo Lima y Sayonara de Koji Fukada. En Filmadrid 2016 han convivido asimismo estos días las distintas nacionalidades. Desde Portugal, España o Argentina; hasta India, Japón, Turquía o Argelia, entre otras. No hay fronteras ni espacios de lo común salvo aquellos en los que se coincide en que el cine sigue siendo bajo proclamas de la cámera-stylo que proclamó Alexandre Astruc un lugar en el que el director escribe con la cámara.
Triunfo del Realismo mágico social
En este laberinto en el que pudimos perdernos y encontrarnos estos días en Filmadrid, una película, John From, del portugués João Nicolau (Portugal, 1975) se alzó mayoritariamente con la aprobación del jurado, algo que tampoco fue una sorpresa porque precisamente en todo ese remolino de idas y venidas, en ocasiones excesivamente abstractas, sin acomodo posible como en El Movimiento de Benjamín Naishtat o Amijima de Jorge Suárez-Quiñones; Nicolau ha sabido encadenar con acierto una película con una narratividad fluida y coherente que deja paso a lo mágico sin perder de vista la realidad social conectada con personajes actuales guiados por el hilo conductor de la música al ritmo de la Lambada y la cromática dominada por rojos y azules. En ella Júlia Palha y Clara Riedenstein son un ejemplo de la construcción de femeninos locuaces y oportunos vinculados a un nuevo cine articulado con lo real precisamente en la elaboración de personajes, como hemos visto recientemente en Las amigas de Àgata que acaba de estrenarse en cines o Juana a los doce del argentino Martín Shanly. Con John From el portugués también parece conectar con un Nuevo Cine Luso que destaca por posicionarse ante la realidad social volviéndola mágica como se observa en otro portugués, Miguel Gomes, que está estos días en cartelera con su excepcional trilogía de Las mil y una noches.
Además de John From, otro de los grandes aciertos del festival fue la proyección de O Espelho (Mención Especial del Jurado Oficial) de Rodrigo Lima (Brasil, 1975) un ejemplo de que los artificios experimentales pueden ser sublimes y dotar de sentido a una narración que se sujeta con imperdibles manifestando estados emocionales, dibujando metáforas, buscando dar respuesta a las inquietudes emotivas en pasajes puramente oníricos que dejan participar al espectador envolviéndole en una trama que aquí está inspirada en el cuento homónimo de Machado de Assis. Junto a esta, Sayonara (Mejor Película Días de Cine), del japonés Koji Fukada (Japón, 1980) fue otro de los grandes descubrimientos. Igualmente poética y fascinante en las secuencias finales que muestran a la protagonista como piezas escultóricas de Berlinde De Bruyckere. Una cinta además que conecta con el presente ligado al drama de los refugiados y se adelanta al futuro imaginado como un lugar inhabitable, robotizado, desolador y angustiosamente emocional. Un retrato imprescindible para explicar lo contemporáneo desde una estética muy cuidada en la iluminación, el vestuario y el encuadre.
Más allá del Palmarés oficial
Además de las mencionadas películas premiadas por los jurados, también destacaría el asombroso trabajo de Thierry Knauff en Vita Brevis que merece revisarse con detenimiento ya que marca un camino nuevo y asombrosamente satisfactorio para el cine documental de naturaleza que tiene como figuras centrales a Jacques Perrin y Jacques Cluzaud, cineastas que recientemente estrenaron en España Las tres estaciones, un trabajo que debería de aprender de este proyecto audiovisual de tan solo 40 minutos, que a diferencia del de los franceses, sí consigue incorporar la presencia humana en la naturaleza volviéndola imprescindible para guiar nuestra mirada o para contagiarnos del asombro con que mira la niña protagonista que sigue en el río Tisza el alumbramiento de cientos de insectos alados. Deslumbrante.
Otros trabajos que subrayaría de este Filmadrid 2016 es Nausea de Zeki Demirkubuz (Turquía, 1964), un penumbroso trabajo, magistral en algunos diálogos y en los acabados secuenciales con fundidos a negro sobrios y contundentes. A estos añadiría Roundabout in My Head del argelino Hassen Ferhani (Argelia, 1986), un compromiso social retratado desde un matadero que se convierte en un escenario tan brutal como lírico por su implacable presencia. El resto de cintas, entre las que destacan algunos cortos memorables; sobreviven con magistrales escenas o planos meticulosos que no dejan apreciar el conjunto pero relucen en los detalles, en algunos episodios de una exaltación efusiva y abierta a interpretaciones como en Mother de Vlado Škafar (Eslovenia, 1969).
En el conjunto, Filmadrid 2016 se posiciona como un festival imprescindible que apuesta por el mejor cine independiente de autor que coloca a Madrid como escaparate del audiovisual sentido e imprescindible. Veremos que nos trae el próximo año.