Rosana G. Alonso
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Después de diez frenéticos días en DocumentaMadrid 2016 llega la hora de hacer balance de la realidad que plantearon los documentales que hemos tenido ocasión de ver compitiendo en la Sección Oficial de largometrajes

Tempestad | DocumentaMadrid 2016 | StyleFeelFree
Fotograma del documental Tempestad presentado en DocumentaMadrid 2016 | StyleFeelFree

Atrás quedan las casi dos semanas que hemos estado curtiéndonos de realidad en DocumentaMadrid 2016. La XIII edición llega a su fin. Es el momento de volver a nuestra realidad más cercana, conociendo un poco más qué ocurre en el mundo en el que vivimos. Qué ocurre tras esas máscaras de ficción que los poderes de toda índole nos regalan para que tengamos la ilusión de que vivimos en el mejor de los mundos posibles. En este sentido, y si bien los documentales de última factura han sabido meterse a los públicos en el bolsillo mostrándoles esos trozos de realidad con dosis de creatividad que encuentran su mejor aliado en estéticas coloristas que seducen los sentidos, eso no impide, al contrario, que los documentales tengan vocación de justicieros desenmascarando los distintos abusos que operan en las sombras. Lo cual pone también en un peligroso papel al realizador de dichas cintas. Peligroso por su implicación directa en estos artefactos generalmente contrasistémicos cuando emulan a Robin Hood, sintiéndose responsables de su papel determinante como conductores sociales que encajan las distintas realidades desde la responsabilidad ética. En no pocos casos los documentalistas han visto peligrar su trabajo y su posterior difusión, por enfrentarse abiertamente a estos poderes. Pero también arriesgado, sabiéndose importantes, por no saber cuándo tomar las distancias oportunas para no caer en un complejo mesiánico que podría no contribuir nada al relato que se cuenta, o para discernir claramente entre realidad y ficción, sin abusar de esta última salvo para aportar texturas que enriquezcan los acontecimientos sin convertirlos en piezas puramente ficcionadas. En la balanza de todo buen documental, necesario para proporcionar luz precisamente a la realidad en la que vivimos sin dejarse seducir por el poder de cualquier tipo, que bien podría estar al acecho de algunas cintas, la ficción, cuando se manifiesta, debe hacerlo desde lo estético, no interfiriendo en el relato que se cuenta. Además, el realizador o el protagonista de la historia, pudiendo ser figuras claves, deben de ser conscientes de que la historia en su conjunto, siempre es más importante que sus agentes. Y por otra parte, si hay muchas formas de acercarse a un mismo hecho, la mejor de ellas, sin duda, es la que busca un punto de vista nuevo sin poner en riesgo la verdad, que aclaremos, siempre es subjetiva, no lo olvidemos, lo cual tampoco impide que sea real. Por eso es preferible no tratar de engañar a los públicos con astucias confabuladas, sino mostrando sinceridad en lo que se hace. Ciertamente, los buenos documentales se mueven en aguas movedizas y solo los documentalistas que consiguen no abusar de su poder manteniéndose cabales sin por ello resultar plomizos, alcanzan el objetivo que no deberían de perder de vista: contar una historia necesaria para abrir debates en lo social atendiendo a realidades poliédricas, subjetivas pero no subjetivadas, sin perder de vista los modos, pero sin abusar de efectos o recurrir a los múltiples cebos que se esconden al abrigo de la no-ficción. Una mayoría de los documentales que hemos tenido ocasión de ver estos días, consiguen salir airosos del desafío que supone lograr acabar un documental que merezca ser aplaudido. A continuación, un recorrido por los que bajo mi juicio, son dignos de una mención aparte.

Paseo por las mejores películas documentales de DocumentaMadrid 2016

En una edición en la que las realizadoras han tenido un papel importante porque todas ellas mostraron un enfoque femenino a la realidad determinada por protagonistas mujeres, como en Hooligan Sparrow de Nanfu Wang, Plaza de la soledad de Maya Goded, Sonita de Rokhsareh Ghaem Maghami y Tempestad de Tatiana Huezo, una película de entre estas, destacó notablemente en el festival. Se trata de Tempestad de la mexicana Tatiana Huezo que tímidamente se alzó con una Mención especial del jurado, si bien, junto a Under the Sun, ambas resultaron ser las propuestas con más enfoque de un festival que ofreció grandes posibilidades de acercarnos a esa realidad, aquí fragmentada y sujeta a análisis. Tanto Tempestad como Under the Sun fueron capaces de mostrar un compromiso con la realidad desde una narratividad elocuente y sugestiva a pesar de la limitación a la que ambas han tenido que atenerse, lo que posibilita relatar y documentar una historia sin a penas recursos, sin apenas posibilidades, pero logrando que el escaso material documental tenga un peso fundamental gracias a la creatividad expresa a la hora de presentarlo y orientarlo. En el caso de Tempestad, Tatiana Huezo ha recurrido a dos relatos que explican una misma trama, la de la vulnerabilidad de las mujeres en un México en la ilegalidad más absoluta. Una de las narraciones carece de localizaciones y de la presencia física de su protagonista, pero en lugar de menoscabar la credibilidad en sí de la historia, el fondo se hace más poderoso porque la poética argumental se torna una enérgica metáfora que explica los hechos a través de la voz, de las luces, de la climatología, de los rostros anónimos que buscan una implicación en el espectador. Efectivamente, cualquiera de esos rostros podría estar entre el mismo público que atiende ensimismado a una historia que sobrecoge porque está meticulosamente diseñada por medio de una estructura original que repara en dos historias en ósmosis que se explican mutuamente. Junto a Tempestad, Under the Sun, de Vitaly Mansky, también nos ofrece una película muy cuidada estéticamente con fotogramas contundentes de extraordinaria composición y fuerza narrativa. El ucraniano ha sido capaz de jugársela a Corea del Norte convenciendo a sus dirigentes para grabar lo que sería una película de corte propagandístico del régimen, que en cambio, gracias a las astucias de Mansky, que se la ingenió para seguir grabando durante los ensayos, es un filme que boicotea las intenciones del sistema coreano, convirtiendo la película no en un filme antipropagandístico, que pudiera serlo, pero se libra porque más allá de esto, su triunfo estriba en una composición que deja tras de sí bellísimas estampas y escenas surreales no exentas de un sentido tragi-cómico que convierten a la película en un postulado de cómo hacer documentales apremiando los recursos de auxilio, por medio, nuevamente, de la originalidad a la hora de editar y manejar los pocos elementos que sirven de red argumental.

A una distancia moderada de estas dos joyas documentales, porque les falta el virtuosismo estético de Tempestad y Under the Sun, aunque sí cumplen el objetivo de despertar conciencias, destacaría las películas premiadas por el jurado de esta edición; Les Sauteurs, de Moritz Siebert, Estephan Wagner y Abou Bakar Sidibe (2º premio del jurado dotado de 5.000€) y When Two Worlds Collide de Heidi Brandenburg y Mathew Orzel (1er premio del jurado dotado de 10.000 €). Ambas tratan temas de urgencia actual que es preciso no dejar solapados por otros. En Les Sauteurs los realizadores ponen rostro a los muchos africanos que tratan de saltar la valla que separa Marruecos de España, enclave para entrar a Europa a través de Melilla, arriesgando su vida. Una película que sin ser demasiado original (ya hay otros documentales que trataron el tema) si tiene un punto de vista llamativo ya que el relato está contado por uno de los afectados, un maliense de nombre Abou, que consigue, detrás y delante de la cámara, humanizar más la historia acercándola al espectador. Por otra parte, When Two Worlds Collide incidiendo en un formato más periodístico, denuncia sin menoscabar la necesariedad de enfrentar las dos partes que atienden un mismo hecho, la penosa situación en que se encuentra la Amazonía del Perú y los indígenas que la pueblan que ven peligrar su modo de vida, peligrando así el propio hábitat del Amazonas, pulmón del planeta, que tenemos la obligación de proteger para proteger así nuestros modos de vida. Junto a estas dos películas, destacaría también otro increíble hallazgo del festival, A Good American de Friedrich Moser. Un documental necesario que destapa una trama que implica a la NSA (Agencia de Seguridad Nacional) de los Estados Unidos y que se convierte en un potente revelador de los comprometidos tejemanejes que se traen los poderosos, convirtiendo el mundo en un lugar menos hospitalario y más peligroso de lo que somos conscientes. Con decir que el 11-S y sus consecuencias se podrían haber evitado, ya es suficiente. Eso sin tener en cuenta que el argumento que sostiene EEUU para defender su potestad a vigilarnos como ciudadanos, como reveló Snowden, no puede ampararse en la defensa de los estados frente al terrorismo, porque según se destapa en el documental, los EEUU tuvieron un programa en sus manos que podía prever, en el análisis de metadatos, acciones terroristas sin atentar contra la privacidad de los ciudadanos. Pero desgraciadamente por eso de las puertas giratorias y los intereses económicos, finalmente se desestimó el programa en favor de otro mucho más caro, ineficiente e intrusivo. La historia contada por Bill Binney, matemático y ex-analista de datos de la NSA que desarrolló el programa junto a un programador, y posteriormente fue vilipendiado por el estado americano, es tan sobrecogedora que bien merece un alto en el camino. Esperemos que en próximas ediciones, podamos seguir haciendo esos altos en el camino necesarios para hacernos reaccionar. La realidad que se cuenta, para que sea efectiva, tiene que seguir en pugna contra los poderes del tipo que sean. Todo para que seamos capaces de hacernos las preguntas que importan, aquellas que buscan respuestas que fomenten un mundo un poco más justo y humano.
 

PALMARÉS DOCUMENTAMADRID 2016 SECCIÓN OFICIAL LARGOMETRAJES (A criterio de Hebe Tabachnik, Sonia Heman Dolz y Álvaro Longoria excepto el Premio del público)
Primer premio del jurado: When Two Worlds Collide de Heidi Brandenburg y Mathew Orzel
Segundo premio del jurado: Les Sauteurs (Those Who Jump) de Moritz Siebert, Estephan Wagner y Abou Bakar Sidibe
Premio especial del jurado: The Land of the Enlightened de Pieter-Jan de Pue
Mención especial del jurado: Tempestad de Tatiana Huezo
Premio del público: Sonita de Rokhsareh Ghaem Maghami