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En el 2014 Malala Yousafzai recibió el Nobel de la paz por ser la voz a favor de la defensa a recibir una educación en cualquier lugar del mundo. El documental de Davis Guggenheim trata de descubrir a la adolescente que está detrás
“Mi padre únicamente me dio el nombre de Malala. Él no me hizo Malala. Yo elegí esta vida” esta declaración final, a la que pone voz Malala Yousafzai (12 de julio de 1997. Valle de Swat, Pakistán) en el documental Él me llamó Malala, dirigido por Davis Guggenheim, pone de manifiesto hasta qué punto sigue implicada en su causa en defensa de la educación de las niñas en todo el mundo que la llevó a ser objetivo de los talibanes cuando en el 2012, a la edad de quince años, fue agredida por un arma de fuego en un autobús escolar en el que también dispararon a dos compañeras suyas. Sobrevivió. Milagrosamente. Desde entonces se convirtió en un símbolo. Su nombre se proyectó como representación de la defensa por la igualdad y la libertad de decisión de las mujeres. Causa a la que sigue sirviendo arropada por su padre, Ziauddin Yousafzai con quien creó la Fundación Malala en la que también participa Shiza Shadid.
El documental Él me llamó Malala trata de acercarnos a la persona detrás de la voz que conmovió al mundo con el sereno y contundente discurso que emitió ante las Naciones Unidas en 2012 cuando enunció que «un niño, un maestro, un libro y un lápiz pueden cambiar el mundo» porque «la educación es la única solución». Un alegato que pronunció ante una sala expectante y un padre lleno de orgullo que es crucial en su itinerario personal, como se refleja en la película que combina lo real con la animación para ilustrar didácticamente el desarrollo de la narración como si fuera un cuento que inspira tanto a niños como a adultos. Por esta decisión de forma para esclarecer el fondo, también se entremezcla lo familiar con secuencias más informativas que en algunas ocasiones rayan lo evidente, con lo cual se incurre, sin una aparente pretensión, en pequeños despuntes de un sensacionalismo innecesario para dar luz a un nombre [Malala] elegido para hacer historia. Un nombre que su padre le puso haciendo honor a Malala de Maiwand, una heroína pastún que a finales del siglo XIX logró la victoria afgana durante la Segunda Guerra Anglo-Afgana.
Inclusive esos pequeños altibajos que se esfuerzan en hacer hincapié por reflejar un mundo dividido en dos, el documental Él me llamó Malala se vuelve necesario y accesible en el reconocimiento de Malala como la adolescente que es, ahora viviendo forzosamente en Inglaterra (Birmingham) con una vida insólita que sin embargo sobrelleva con una normalidad y entereza digna de admiración. Por ello, se convierte en un documento audiovisual revelador para que seamos capaces de reconocer el sacrificio que realiza, exento de triunfalismo y victimismo. Todo porque a pesar de su todavía corta trayectoria vital es consciente por ella misma, independientemente de la herencia transmitida, de que, como dijo en su memorable discurso en las Naciones Unidas «nos damos cuenta de la importancia de la luz cuando vemos oscuridad, nos damos cuenta de la importancia de nuestra voz cuando somos silenciados«. Ciertamente vivimos domesticados en las mal llamadas sociedades del bienestar y de vez en cuando escuchar la voz de alguien que viene del otro lado del mundo, es como escuchar la voz del inconsciente colectivo silenciada por nosotros mismos.
Tráiler de Él me llamó Malala | StyleFeelFree Youtube
Título original: He Named Me Malala (Él me llamó Malala)
Dirección: Davis Guggenheim
Guión: Davis Guggenheim
Música / banda sonora: Thomas Newman
Fotografía: Erich Roland
Fecha de estreno España: 6 de Noviembre de 2015