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La búsqueda de una identidad propia, con la vuelta del kaftan, renace como en la década de los setenta, aunque las razones sean distintas
La necesidad de un cambio social propiciado por la crisis es bastante evidente. Hay muchas señales que apuntan hacia un supuesto giro más participativo encubierto por sistemas férreos que simulan una apertura que no parece ser tal. Entonces, ¿hacia dónde vamos? ¿Hacia un individualismo atomizado como en la década de los setenta o nos retrotraemos nuevamente en la búsqueda de un comunitarismo más propio de los sesenta?
CLAVE:
El kaftan admite, por su ligereza, llevarlo sobrepuesto a otras prendas. Una buena opción que te permite decidirte por los más ligeros y con grandes aberturas laterales
Los años setenta se han recuperado con fuerza esta temporada. Pero realmente, ¿estamos atravesando una etapa similar en lo social y lo económico? Con la perspectiva del tiempo podemos entender mejor aquella década que definió Tom Wolfe, al que se le atribuyó ser el padre del periodismo moderno, apodándola con el término Me, voz personal con la que hacía alusión a una determinación individualista favorecida por el empuje de la economía que había desembocado en la aparición de una «clase media baja» que sustituía al «proletariado». Caracterizado este nuevo estrato social por una individualización sin precedentes que propiciaba la búsqueda de un yo verdadero, la sociedad estaba preparada para aceptar el capitalismo sin condiciones.
Las tendencias que ahora apuntan hacia una liviandad menos aparatosa resuelta en caftanes (kaftans) podrían hacernos pensar que volvemos a una realidad similar pero el contexto con el que interactuamos es otro y además, sabemos perfectamente lo que es el capitalismo y sus consecuencias. Lo que ocurre es que nos movemos en una dualidad sin precedentes marcada por la necesidad u obligación de pertenencia a ese comunitarismo idealista que protagonizó los sesenta y al mismo tiempo, la necesidad de encontrar nuestra propia esencia individual que nos permita liberarnos de esas ataduras invisibles, como en los setenta. De ahí que las respuestas sean distintas. Buscamos nuestra identidad y aún la buscamos más precisamente porque sabemos lo difícil que es encontrarla y lo paradójico que es pertenecer a esas colectividades. Por eso nos seduce tanto todo lo que se presente con una silueta que implique no-ataduras.