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Más de setenta años después de la mítica película ‘Un tranvía llamado deseo’, las chaquetas bomber siguen siendo un referente de estilo por su aire desafiante
Porque si hay una chaqueta que sienta bien en la gran patalla es la bomber. Sólo hay que acordarse de Marlon Brando en Un tranvía llamado deseo (A Streetcar Named Desire, 1951) o de James Dean en Rebelde sin causa (Rebel Without a Cause, 1955), dos de las interpretaciones masculinas más poderosas, por la capacidad de seducción que transmitían, que diera la industria del cine americana. Desde entonces, la bomber en el cine la siguieron vistiendo adorables rebeldes, radicales o indómitos protagonistas. Todos ellos, con un pie fuera del sistema, interpretaron papeles que desafiaban las pautas establecidas y para ello se valieron de la libertad que les otorgaba la prenda deportiva diseñada para volar (recordemos que los primeros modelos fueron utilizados por el ejército de aviación). Su característico diseño, con resorte poco más abajo de la cintura marcando la silueta y la cremallera central, que permite una autonomía de movimientos más grande, le confirió desde el principio un sexy del que se apropiaría la industria del cine convirtiendo así a esta vestimenta en icono de rebeldía para el antihéroe por excelencia, inadaptados sociales con un encanto magnificado por la construcción de personajes caracterizados para seducir. Así, desde la entrada de esta prenda en los cincuenta no ha dejado de tener sus secuelas en las siguientes décadas para vestir a los actores más atractivos y provocadores en sus correspondientes interpretaciones. Además de a Brando y J.Dean, no podemos quitarnos de la cabeza tampoco a Robert De Niro en Taxi Driver (1976), Tom Cruise en Top Gun (1986), Bruce Willis en Pulp Fiction (1994), Ewan McGregor en Transpotting (1996), Edward Norton en American History X (1998) o Ryan Gosling en Drive (2011). Y por si acaso no caías en que todos ellos llevaban una bomber, volvemos a recordártelo.